Despiden al organista Víctor Manuel Urbán Velasco con homenaje en su tierra natal, Tultepec

• Se recordó al músico mexiquense que se hizo escuchar en el mundo, al maestro que preparó a generaciones y al gran ser humano; la OSEM interpretó a Mozart y Albinoni en su memoria.

TULTEPEC, Estado de México.- El municipio de Tultepec recibió el cuerpo del maestro Víctor Manuel Urbán Velasco, para rendirle un homenaje en el que además de recordar su brillante carrera musical y su legado en la docencia, también se enalteció al gran ser humano.

En el Edificio del Bicentenario se dieron cita familiares, amigos, gente del pueblo y autoridades para dejar testimonio y agradecimiento al músico que fue Presea Estado de México en 1983, Director del Conservatorio Nacional de Música de 1974 a 1977 y Organista Titular en el órgano monumental del Auditorio Nacional, por mencionar algunos de sus enormes logros.

Con la representación de la Gobernadora del Estado de México, Delfina Gómez Álvarez, la Secretaria de Cultura y Turismo, Nelly Carrasco Godínez compartió: «La de Don Víctor Urbán fue una vida extraordinaria. Persona humanista y sencilla, lo mismo tocaba en una catedral europea que en la iglesia del pueblo más humilde pues, para él, lo importante era la música.

“Fue un artista de talla internacional por su dominio del órgano y el amplio repertorio clásico que acumuló, ofreciendo más de un centenar de conciertos al año, haciendo de él la figura mexicana y mexiquense que más conciertos ha dado en el extranjero».

Por su parte la Presidenta Municipal, María Dolores Colunga dijo que se despide a un tultepequense enorme, único, un mexiquense de las dimensiones de Víctor Urbán.

Carol Urbán, la séptima de los ocho hijos del maestro, agradeció esta muestra de afecto y admiración, así como el apoyo para trasladar el cuerpo del maestro Víctor Urbán a su querida tierra natal, Tultepec.

Después de las sentidas palabras, un ensamble de la Orquesta Sinfónica del Estado de México interpretó «Pequeña Serenata», de Mozart, en 4 movimientos y «El adagio», de Albinoni, que acompañaron la guardia de honor.

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